Los resultados llegan. Trabajo, sacrificio, constancia,
sufrimiento, llámalo como quieras, pero sin eso no hay resultados. Y ahora me
sorprendo viendo como la planificación de los entrenamientos da sus frutos, no,
sin trabajo no hay nada.
44º de la general, en una prueba donde salieron casi 300
personas. 15 kilómetros a ritmo. Subiendo en la primera parte, bajando de noche
por un sendero complicado, peligroso, divertido, técnico, y el final “picando”
para arriba, como es tónica habitual en las pruebas del Circuito Adidas Trail
Running, y esta era la 3ª prueba.
La gente salió disparada, como si no hubiera mañana, como si
nadie se acordara que había que subir unas cuantas pendientes, duras cuestas
que nos harían sufrir y sudar la gota gorda. Zancadas largas, empujones,
incómodo con el dorsal, el porta bidón y el pulsómetro. Se cae el bidón en los
primeros kilómetros, cosa rara que me pase. Lo recojo y se acabó, a darlo todo,
me olvido del resto y empiezo a acelerar el ritmo por el fondo del barranco
pedregoso. Y sigo subiendo, no paro, adelanto a gente que cuando el terreno se
“empina” camina, el sábado no, por la noche tocaba vaciarse.
Me sorprendía la gente que había en la calle. Normalmente
solo hay en meta, pero aquí había en muchas partes del recorrido. Me gusta ver
la cara de la gente, sobre todo los mayores, como diciendo “a donde va esta
gente?!”.
Pasamos Valsequillo. Todo va hacia arriba. Subimos al
Montañón, ahora caminando revolucionado para mantener el pulso. Pasamos el
control de chip sin parar en el avituallamiento y a bajar. Con precaución, al
menos al principio. Todo es pista. Hice los deberes la semana pasada haciendo
el entrenamiento nocturno. Así no me pierdo. Algunos badenes te hacer regular.
Adelanto y me adelantan. Llega lo estrecho y pedregoso. Me dejo ir un poco pero
sin bajar mucho el ritmo. Cada vez hay más piedras pero la emoción y la
bilirrubina te hacen mantener la concentración, y de repente el asfalto. Quedan
3 kilómetros. Llevábamos 7 millas y pico. Momento de relax y escuchar los
ánimos al llegar al segundo avituallamiento.
Última bajada, al principio compleja. Llano para ir
acelerando. Y llega la subida donde Sergio y cogemos un grupo que adelantamos
en la subida con nuestro ritmo “caminar revolucionado”. Aprieto en los últimos
metros de la subida y en el llano mantengo para darlo todo en el tramo final.
Me sorprendo cuando veo que quien viene por detrás, fresco que no veas, es
Sergio, compañero de fatigas, que se marca una carrera espectacular.
Empieza la subida final, sobre asfalto, sobre la acera. Me
lo tomo con tranquilidad, nos superan algunos corredores, pero cuando pasamos
la rotonda de entrada a La Barrera, me digo Vamos!. Pensaba que lo había dicho
en alto, pero luego me enteré que no, pero sonó muy claro en mi cabeza.
Hachazo. Adelanto a uno, y a otro corredor, que no dejaba de
mirar atrás, entra delante de mí por escasos segundos.
1:38:58. En meta hay poca gente. Sergio dice que estamos
entre los 50 primero seguros. Tengo mis dudas. El lunes me entero que si, 44º
de la general, 28º de la categoría senior masculino.
Los resultados llegan. Trabajo, sacrificio, constancia,
sufrimiento, llámalo como quieras, pero sin eso no hay resultados.
PD: Sigo intentando que Edu Boada escriba la
tercera parte del Ironman. Se resite.
3 comentarios:
Felicidades chaval, te sales.
Gracias. A ver cuando te animas a una de estas pa echar unas risas...
Buena carrera...top 50!!! Lo de correr a oscuras con el frontal debe ser estresante...Esperando el final de la historia de tu hermano...un abrazo
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